Un Día de Sheinbaum
Es muy
probable que Claudia Sheinbaum padezca una envidia feroz al comparar los
términos en los que Peña Nieto (un sujeto carente de la más primitiva
estructura ética) le entregó el país a López Obrador, en las oprobiosas
condiciones en las que ella lo recibió.
El cacique decimonónico tomó desgraciadamente posesión del cargo ya
promulgadas las promisorias reformas estructurales, después de un
poderoso acuerdo histórico entre PRI, PAN y PRD, que, aquel desaprovechó para haber podido catapultar económica, política
y socialmente a la nación.
Peña le
abrió la puerta al capital privado para poder explorar y extraer hidrocarburos,
para generar electricidad y deshacer el cuello de botella que restringía el
arribo de una voluminosa inversión extranjera después de 75 años de monopolio
estatal. Se estimularon fideicomisos públicos
multibillonarios, se crearon organismos autónomos, sólidas garantías
para consolidar nuestro presente y futuro democrático; se redujo el desempleo y
la informalidad; se ejecutó una esperanzadora reforma educativa muy valorada por
sectores académicos y empresariales, y otra más, esta vez, en materia de
telecomunicaciones, para rematar, con una financiera y fiscal y lograr así la
estabilidad macroeconómica. Se ampliaron carreteras, puertos y aeropuertos, como
el NAIM. El T-MEC se logró suscribir en los últimos días del gobierno de Peña,
pues el equipo económico y comercial del cacique, carecía de la formación
técnica y académica para negociarlo exitosamente.
Sheinbaum recibió un México devastado.
El mandamás desperdició el ahorro nacional, disparó la deuda pública, sepultó
la economía con un déficit fiscal cercano al 6%, tiró a la basura 350 mil
millones de pesos al cancelar el NAIM, dilapidó otros 500 mil millones en el
tren maya, despilfarró 150 mil millones en el AIFA, malgastó 440 mil millones
en Dos bocas, sin haber producido un solo litro de gasolina ni haber permitido
que la autoridad auditara dichas finanzas por extraños motivos de “seguridad
nacional…” ¿Qué tal?
Un supuesto gobierno de izquierda como
el encabezado por el cacique y sus tiranitos, todos presupuestívoros, le
heredaron a una Sheinbaum sin equipo de trabajo, más de 50 millones de
trabajadores informales carentes de derechos laborales y sin servicios de
salud. El rezago en el sector educativo es similar al de comienzos de este
siglo. Ocupamos el primer lugar en delincuencia organizada en el mundo. La
impunidad y los delitos sin denunciar alcanzaron un 90%; el clima de
incertidumbre económica y jurídica, el “abrazos y no balazos”, paralizaron la
economía y a los inversionistas nacionales y extranjeros, razón de más por la
que no creceremos al 4 o al 6% prometidos, sino tal vez decreceremos a menos del
1% con el consecuente efecto en materia social y de recaudación federal. ¿Cómo
lidiará Sheinbaum un asfixiante presupuesto de egresos o negociará más créditos
internacionales sin pensar dos veces la probable reforma tributaria?
La presidente enfrentará una crisis
hídrica y sus consecuencias sanitarias y políticas, a un Trump y sus aranceles
y sus tensiones diplomáticas, a las compañías calificadoras que pueden
convertir en astillas al peso, batallará con la fricción de los mercados, con
la reforma suicida del Poder Judicial, con la escandalosa corrupción de un
cuerpo político agusanado, con la crisis migratoria, con el fentanilo, con las
respuestas violentas del narco, con el financiamiento de 850 mil millones de
pesos de programas sociales para sostener artificialmente la supuesta
popularidad de Morena y sus cómplices, cada vez más difíciles de controlar muy
a pesar de la popularidad del cacique tabasqueño.
¿Sheinbaum no se lamentará de su mala
suerte al haber recibido un país dividido, hecho girones, con la marca México
destruida en todos los órdenes, con la sombra o la presencia maldita del
cacique decimonónico que impone a diario su voluntad desde las primeras horas
de la madrugada? Ella insiste en promover todavía a un México corrompido con
los programas sociales que vendió su voluntad electoral y el futuro de la
patria a cambio de unos mendrugos.
Usted amable lector que pasa la vista por estas breves líneas, ¿le gustaría vivir un solo día en la vida de Sheinbaum, quien, por ningún concepto podrá maldecir al gobierno anterior? ¿Qué preferiría? ¿Haber recibido el gobierno de Peña o el del cacique…?